El blog de Jorge Valle

Pequeños gigantes de roca y hielo en el Rolwaling

Ir al Himalaya a aplicar el estilo simple pirinaico tiene el mismo riesgo que los productos financieros vendidos por Bankia en la época dorada de las preferentes: muchas opciones de perder tu capital invertido. 

Viajamos al valle del Rolwaling nepalí siendo fieles a nuestro estilo con la inversión de la FEDME. Un valle cuyo rey y reina son dos siete miles que no tienen que envidiar a ningún 8000 del Hilamalaya, el Melungtse 7181m y el Gaurishankar 7134m. Ya se sabe que los lugares cogen popularidad en función de lo que se transmite entre escaladores. Este lugar lo es por estar apartado de los valles principales y de la masificación. Por otro lado tiene el atractivo de contener un puñado de cimas de 6 mil metros con muchas orientaciones, aristas y paredes donde aplicar el estilo alpino con una logística fácil y económica dentro de lo que es Nepal, siendo los permisos más baratos y sin oficial de enlace. La entrada al valle está custodiado por un pueblo invadido por las obras civiles de los chinos que se afanan en agujerear las montañas nepalíes y en construir presas para abastecer sus fronteras. El pueblo invita a estar pocas horas y ganar rápidamente altura por la selva para en unos tres días llegar a altitudes más frescas y acogedoras. El viaje motorizado hasta empezar a caminar por primera vez es hostil durante quince horas en un camión por pistas y barrancos.

Nosotros pusimos el campamento base en un nuevo y acogedor lodge en Na, el último pueblo grande hasta pasar el Tasilapcha. Por lo que nos explicaron era más barato esto que montar la logística para un campamento base debajo de alguna montaña. Desde aquí nos cayeron muchos porteos para escalar cualquiera de los 6 miles que nos rodeaba. Maratones y quebraderos de cabeza para pensar muy bien qué era indispensable en nuestras mochilas. Primero nos cayeron cinco días de exploraciones por morrenas y glaciares para establecer cuál era la ruta que mejores condiciones presentaba, cosa que no fue fácil ya que comparando las fotos y ascensiones de otros años teníamos condicones muy secas. Después de otros cinco días de ascensiones aclimatando ya nos vimos preparados para darle un pegue bueno a la arista S.O. del Chukyima Go 6259m. La escogimos por ser una línea más comprometida en caso de retirada pero con muy pocos peligros obejtivos como caídas de piedras, avalanchas o caída de cornisas. Cuando todo pintaba que sería una primera ascensión pudimos ver a lo lejos desde nuestro campo avanzado que una cordada de americanos con ayuda de porteadores subían a colocar su tienda más arriba del glaciar en el collado cercano al corredor de entrada y que su objetivo sería el mismo. Esto es una prueba de lo retorcido que puede ser el Himalaya con los alpinistas. Horas de viaje en una lata voladora, horas de viaje en una lata con ruedas, muchos días de dolor de cabeza por la alttud sumando días de porteos arriba y abajo para que unos americanos te levanten la línea. Pero no era la última prueba que nos esperaba. Tras seguir la fugaz ascensión de nuestros compañeros desde la tienda en el glaciar y constatar que no iba a ser fácil al día siguiente tras quince días de buen tiempo decidimos entrar a la nueva ruta con dos cuerdas ligeras, un juego de friends, varios pitones y cinco tornillos de hielo. A todo este equipo sumamos un jetboil para derretir nieve y poder hidratarnos. Llegó un momento en que estábamos tan concentrados en subir que no mirábamos hacia atrás para ver que en las llanuras de la India teníamos una muralla de nubes gigantes que competían por alcanzarnos. Arrastrándome por el esfuerzo de alcanzar la cumbre lo más rápido posible y salir aún más fugaz de allí comenzó la prueba de verdad. Un auténtico mano a mano con tu amigo unidos por el cordón umbilical de la cuerda. Pocas palabras se cruzan porque coges tal sintonía y coordinación que no se necesitan. Allí cada uno es independiente luchando por su propia supervivencia sin tiempo para la democracia, sólo ir haciendo y bajar. La noche se va cerrando y ya hemos decidido ir desencordados para no arrastrarnos al vacío por aquella arista. Por fin estamos en el corredor final, siento un alivio porque ahora solo queda rapelar. Concentrado en montar los abalakovs pierdo totalmente la persectiva de las avalanchas, hay mucha nieve encima del hielo por el que subimos escalando!!!!!! Escucho los avisos de Jon arriba. Empiezo a sentirme en mitad de un campo de minas, en cualquier momento estallará una. Conseguimos llegar al glaciar en mitad de la noche con las huellas borradas. Los copos gigantes de la nevada nos impide ver a lo lejos. Empezamos en mitad de la nada a tirar del olfato perdiendo altura y atentos al esperado tirón de cuerda que nos anunciará la grieta. Algunas referencias como trozos de hielo y los agujeros en el glaciar nos dan pistas para descifrar el camino de vuelta. Perdimos cada vez más altura y pudimos empezar a tener buenas referencias hasta que encontramos nuestro pequeño bote salvavidas enterrado en la nieve. Nos arrastramos dentro de él. Por fin bajamos la guardia después de 20 horas seguidas y Jon cocinó algo caliente para abrir el nudo del estómago.

 

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